El cultivo de tomate (Solanum lycopersicum L.) requiere para su nutrición tanto de los macro elementos primarios y secundarios como de los oligoelementos o micro elementos; estos últimos, al igual que los de mayor requerimiento, son esenciales, contribuyendo a su óptimo desarrollo. Los micronutrientes como el Hierro (Fe), Manganeso (Mn), Cobre (Cu), Zinc (Zn), Boro (B) y Molibdeno (Mo) realizan funciones específicas para el cultivo de tomate. La concentración adecuada de estos elementos contribuye a la resistencia natural de la planta a factores abióticos y bióticos como estrés climático y plagas o enfermedades, respectivamente. Todo estrés llega a debilitar la estructura biológica del cultivo.
Figura 1. Síntomas de deficiencia provocados por la falta de microelementos
Funciones de los micronutrientes
El Hierro interviene en procesos como la fotosíntesis; un componente esencial de la clorofila (elemento que da el color verde a las plantas), procesos enzimáticos y síntesis de las proteínas.
El Cobre interviene en el metabolismo de los hidratos de carbono y el nitrógeno. También tiene influencia en la intensidad del color de flores y planta e incrementa el sabor en frutos.
El Manganeso contribuye al proceso de la fotosíntesis, la respiración y la asimilación de nitrógeno, coadyuva a la germinación del polen, desarrollo del tubo polínico, elongación celular en la raíz y la resistencia a agentes dañinos.
El Zinc activa diversas reacciones enzimáticas, es importante en la función de los reguladores de crecimiento como las auxinas que influyen en la elongación de los entrenudos, protege también de las bajas temperaturas y participa en la formación de carbohidratos y clorofila y conversión de almidones en azúcares.
El Molibdeno es importante en la síntesis del nitrato, la conversión de N-nítrico a N-amoniacal y en la producción de pigmentos y clorofila.
El Boro conforma los ácidos nucleicos y algunas hormonas vegetales, participa en el movimiento de los azúcares y en el metabolismo de carbohidratos y su translocación a los tejidos del cultivo.
Figura 2. Cultivo de tomate hidropónico en sustrato a base de fibra de coco.
Los síntomas de deficiencia de los micronutrientes en tomate deben ser supervisados constantemente por los productores; aunque las cantidades requeridas son pequeñas tienen un alto impacto en el buen desempeño, funcionamiento óptimo y resistencia a microorganismos patógenos.
Las dosis de aplicación, como referencia, oscilan alrededor de los 6-10 kilogramos por hectárea, distribuidas en todo el ciclo; se pueden usar mezclas balanceadas de micronutrientes existentes en el mercado. Las dosis de los microelementos pueden ser aplicadas de manera semanal desde 0.5 kilogramos por hectárea hasta 1 kilogramo, dependiendo de la etapa fenológica del tomate.
Figura 3. a) deficiencia de hierro b) deficiencia de cobre c) deficiencia de boro d) deficiencia de molibdeno.
Figura 4. Cultivo de tomate en suelo tratado con micronutrientes en la solución nutritiva.
La producción actual de tomates tiene un alto impacto económico en la agricultura local, nacional e internacional. El cultivo requiere manejo nutricional adecuado para garantizar su calidad, consistencia post cosecha y la vida en anaquel prolongada de los frutos comercializados. El desarrollo de los programas balanceados de nutrición influye directamente en estos factores y la resistencia del cultivo al ataque de organismos patógenos; por lo que es recomendable no olvidar el uso de los micronutrientes durante el ciclo de cultivo, tal como se ha planteado en esta guía agrícola.
En nuestros países la tendencia a mejorar la nutrición de los cultivos está creciendo, sin embargo, existe una brecha que requiere atención, seguimiento y manejo técnico para innovar, difundir y capacitar a la mayoría de pequeños agricultores, tomando como base las investigaciones y desarrollo logrado por parte de las empresas dedicadas a transformar el sector agrícola de la región.
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Ing. Agr. Carlos Villagrán
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